domingo, 31 de octubre de 2010

Un hombre bueno (o ¿Se murió de pena...?)


Se murió un personaje callado, un personaje grande, una persona cuya grandeza no residía en su oratoria, ni en su capacidad mediática. Una grandeza que no tenía que ver con devaneos deportivos, sociales ni políticos vanos. Ha fallecido Don Marcelino Camacho Abad, un hombre entregado a una causa, a unos principios éticos y morales, a la defensa de los derechos de los trabajadores, de las mejoras sociales para la población, defensor de los ideales de libertad, igualdad, solidaridad…


Murió de viejo, murió con 92 años, después de pasar cárcel y exilio por la defensa de sus ideales. Todo hombre honesto merece un homenaje, y Marcelino Camacho fue, antes que nada, un hombre bueno, un hombre honesto, fiel a su ideal y luchador incansable por su materialización.

Pero no se me escapa la paradoja; uno de los grandes sindicalistas que ha tenido nuestro país, uno de los más grandes y más beligerantes luchadores por los derechos de los trabajadores, ha fallecido poco después de que se aprobase la Reforma Laboral del Sr. Zapatero, tal vez, la puñalada más grande que han podido recibir los trabajadores desde la democracia. Es como si la propia Reforma Laboral hubiese hecho mella en su corazón de guerrillero, de sindicalista. Tal vez, se murió de pena, o de asco, al comprobar como lo que tanto costó, que pronto se diluye. Y no ya por la acción del gobierno (que también), sino por la pasividad de los propios trabajadores, que hemos dejado, dóciles y domesticados, que nos usurpen lo que con tanto sacrificio consiguieron hombres como Marcelino y otros muchos, que dieron por la consecución y la defensa de esos derechos lo más preciado que poseían…su libertad.

Descanse en Paz un hombre bueno.