Janis Joplin fue uno de los vértices más feraces en mi concepción adolescente del mundo. Leer a Bukowski, a Robert Crumb y su Mr. Natural, y escuchar a Janis Joplin era poner mi alma en manos del demonio (ufff¡¡¡, ya salió el alma otra vez). El demonio de la rebeldía de pensamiento, el demonio de la sublevación de los principios adquiridos y heredados. Era mirar al mundo con otros ojos, ver el mundo con otra luz. No la luz sicodélica de los 70, que es la luz que más le iba a ese entorno, si no la luz que más alumbra, la luz de la libertad de conciencia, de la independencia de opinión.
Janis Joplin me trajo de nuevo el espíritu de los últimos hippies, la bocanada de libertad efímera y de insumisión de los jóvenes del 68 (parisinos y universales), aquellos que sólo conocía por referencias literarias e históricas fueron apareciendo ante mi guiados por esa voz poderosa, esa voz rota y aguardentosa de Janis Joplin, pero a la vez tan generosa en estímulos y sensaciones. Esa voz, con todos sus matices, me supo llenar tardes de melancólico recogimiento y noches de buscada soledad.
Cuando la conocí, no sabía de sus éxitos en el festival de Monterrey en 1967, ni de su consagración en el festival de Woodstock, en el verano de 1969, ni siquiera sabía de su prematura muerte por sobredosis en 1970, todo eso lo supe después. Yo sólo sabía que me gustaba su música y que me apasionaba su voz, sobre todo su voz, siempre su voz. Esa voz negra que lucía esa mujer blanca…pero los dioses no tienen raza, sólo emanan genialidad.
Janis Joplin, Robert Crumb y Charles Bukowski, fueron la triada de la contracultura, inteligente y capaz, que supo enaltecer mis sentidos, llenar mi cabeza de elucubraciones perniciosas para lo “políticamente correcto” y, sobre todo, darme pie para la rebeldía y la independencia de pensamiento. Me mostraron el camino, y de bien nacidos es el ser agradecidos.
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martes, 12 de mayo de 2009
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1 comentario:
Una diosa en un mundo agnóstico.Siempre se va la gente interesante. Ahora se ha marchado Vega....
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