martes, 26 de mayo de 2009

La miseria de los dioses (o cuando las palomas afilan sus garras)

Cuando la lucha por el poder, cuando el ansia de llegar, de ascender, de triunfar llega a la poesía, esta pierde totalmente su carácter poético y se convierte en pura carne de mercado, se somete a los dictámenes de la sucia brega política,aunque sea política universitaria. Y aquí entran en juego otros muchos parámetros, otros muchos valores y contravalores.


Hace unos días se produjo la dimisión de la poetisa inglesa Ruth Padel, la primera mujer que alcanzó la cátedra de poesía en la británica Universidad de Oxford, por su participación en la trama de desprestigio contra su contendiente por la plaza, el también poeta y premio Nobel Derek Walcott.

Parece ser, visto lo visto, que la lucha por el poder, por el prestigio no tiene excusas, no tiene lugares vedados; también el parnaso de los elegidos es escenario de estas luchas mundanas. La etérea magia que se le supone a una poetisa, a un poeta, a un creador de malabares lingüísticos que es capaz de sugerirnos mil sensaciones con la palabra, queda muerto, defenestrado por estas acciones viles que los acercan al mundo de los más míseros y procaces mortales.

Todo esto sin entrar a juzgar la veracidad de lo denunciado, ni la idoneidad para el puesto del uno ni de la otra, simplemente me dejo impresionar negativamente por el hecho de emplear la táctica del desprestigio, de alimentar una inquina ya trasnochada para obtener el prestigio académico de una plaza a la cátedra de poesía en una de las más prestigiosas universidades del mundo.

Esperemos que la poesía no se intoxique con estas luchas miserables y siga dándonos a todos ese ápice de cuerda locura que necesitamos para alimentar el espíritu.
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