Es una de las visitas obligadas para el visitante, y sus ascensores meteóricos ayudan en esa aventura. Pero, pese a esa velocidad de ascenso, nadie lo consigue en menos de una hora, largas filas de visitantes obligan a una larga espera, pensando que el final tendrá su recompensa.
El Empire State nos permite ver la ciudad a vista de pájaro, y la visión de esa ciudad desde las alturas, nos descubre una urbe que crece más allá de la isla saturada de cemento, de rascacielos minúsculos llenos de luz, donde las personas están, pero carecen de sentido desde esa distancia. El Empire State no está hecho a la medida del hombre, sino a la medida de los dioses paganos del imperio, como símbolo del “new deal” rooseveltiano. En pleno desarrollo de la Gran Depresión, los neoyorquinos trataron de tocar el cielo ascendiendo desde los infiernos.
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