Para cualquier amante del arte, Nueva York es una de las ciudades más alucinantes. Poseer tres de los museos más emblemáticos dota a esta ciudad de todos los merecimientos para ser la capital del arte, o al menos, una de las capitales del arte en todos los aspectos. Sólo con el Metropolitan tendría ya una presencia más que suficiente para ser considerada de manera relevante. Pero si a este museo se le une el Guggenheim y, sobre todo, el Moma, entonces la cosa ya se vuelve estratosférica.
Pero una semana en Nueva York, no da lugar más que a un somero acercamiento a todos estos tesoros de la cultura humana. Una tarde o una sola mañana en cualquiera de estos museos siempre se hace extremadamente corta, y por ello, siempre queda un regusto amargo a la salida. Tal vez una semana en cada uno de ellos nos permitiese calibrar toda la dimensión de sus salas y de sus obras. Pero…así es la vida…
Repasar la historia de la humanidad, las formas de interpretar la realidad, el mundo de las ideas y su representación, la ideología de civilizaciones y pueblos, la dimensión del hombre enfrentado a la representación de las imágenes, es toda una aventura, y vivir esta aventura paseando por las galerías del Metropolitan, un lujo asiático que nadie debería perderse.
Emocionarse ante el cielo estrellado de Van Gogh, pegar los ojos a los cuadros puntillistas de Seurat o Signac, contemplar el tratamiento de la luz de Monet, los desnudos alargados de Modigliani, extasiarse ante las formas y medidas del diadumeno de Polícleto . Chagall, Balthus, Erns, Picasso, Gris, Kahlo, Duchamp…la historia del hombre, desde que supo interpretarse así mismo, delante de nosotros. Tal vez, no sea para tanto, pero a mí me impresiona.
sábado, 6 de marzo de 2010
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