Como ocurre en casi todas las ciudades del mundo, más allá de las infraestructuras, de los lugares institucionales, de los monumentos, de los edificios emblemáticos, de las plazas... sus ciudadanos son el principal activo de toda ciudad. Y la gente de Nueva York no es un caso aparte. Estos viven, sueñan, trabajan, se relacionan... todo ello en una mezcla ingente de razas, culturas, lenguas, religiones... que dan todo el sabor variopinto y mestizo que hace de esta ciudad algo extraordinario.
La ciudad que no duerme, permanece atenta a los latidos vitales de la isla de Manhattan, centro neurálgico de la ciudad, corazón del imperio. Y sus gentes, conscientes de ese devenir, viven intensamente cada latido, cada instante de esa Gran Manzana.
lunes, 22 de marzo de 2010
lunes, 15 de marzo de 2010
Una semana en Nueva York ( y VII) (o Happy New Year, Mr. President)
Nueva York es una ciudad viva, y parte de esa vitalidad reside en sus gentes, en sus barrios. Desde luego, es una suerte coincidir con el Año Nuevo Chino en pleno centro de Nueva York, cuando el barrio de Chinatown se convierte en una fiesta, fiesta que se celebra sin cerrar ni uno solo de sus comercios. Es más, son los comercios lo que realizan ofrendas a los dragones para obtener suerte y prosperidad en el nuevo año. Los dragones de ojos y colores brillantes, danzan ante las ofrendas , se arrastran casi por el suelo y se elevan varios metros sobre nuestras cabezas, en un ritual que entremezcla lo lúdico con lo tradicional.
Y las calles se llenan de gentes de todas las razas y colores, unos ansiosos de disfrutar, otros se conforman con ver y llenarse los sentidos de color, música y luz… La amplísima comunidad china, sabe celebrar su día más importante de forma divertida pero ordenada, donde no se riñe la fiesta con el trabajo, ni el disfrute con la observación del rito ancestral… Fue una tarde divertida.
Otro día festivo fue el llamado “The President Day”, un día de fiesta dedicado a honrar y conmemorar a los diferentes presidentes que han ejercido el cargo en Estados Unidos. Desde los primeros, que lograron la independencia, la Constitución y la Declaración de derechos y que son considerados los padres de la patria, hasta el presidente actual.
Todos ellos son rememorados y honrados en este día festivo en que se realizan diferentes actos lúdicos, culturales e institucionales para su memoria. Y todos los sentimos próximos, unos porque salieron a pasear por la calle en forma de cabezudos y otros por que aparece su imagen hasta en los preservativos… Así es la vida.
lunes, 8 de marzo de 2010
Una semana en Nueva York (VI) (o La humildad como antídoto)
Si antes de 2001, el World Trade Center con sus torres gemelas, eran una visita obligada para contemplar la ciudad desde su cúspide, ahora lo sigue siendo. El 11 de septiembre de 2001, Nueva York y todos los Estados Unidos, sufrieron uno de sus días más aciagos.
Ahora, la Zona Cero, se ha convertido en un inmenso mausoleo donde los neoyorquinos y todo el país llora y honra a sus caídos. No fueron soldados al uso, ni los tan recurridos marines americanos, sino ciudadanos de a pie, policías y bomberos los que quedaron sepultados por el descomunal derrumbe de los dos colosos, y con ellos, se derrumbó la autosuficiencia y la tranquilidad para todo un inmenso país. El proyecto para conmemorar la tragedia ya está en marcha, y como ave fénix, se levantará de sus cenizas, algo más comedido, un nuevo World Trade Center.
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Siempre se ha hablado de la existencia de gigantes con pies de barro, grandes colosos que, sin embargo, sucumben a la tragedia. Las torres gemelas eran uno de los símbolos más paradigmáticos de nuestra civilización, era el caldero donde se cocía el devenir de países, de empresas, de personas de todo el mundo. Probablemente, no con nombres ni apellidos, pero sí como números dentro de porcentajes y sumas y restas... más sumas que restas. a
Pero el 11 de septiembre de 2001, el país acostumbrado a dar sin recibir, acostumbrado a llevar sus guerras siempre fuera de sus fronteras, a no mancillar sus ciudades, sus calles, sus gentes con el olor de la guerra y la desolación. El país que siempre buscó terceros países en los que ejercitar su armamento, su estrategia bélica, su orgullo patrio, fue sacudido por sus enemigos donde más duele, en el centro de la ciudad de Nueva York, en el corazón del imperio.Ahora, la Zona Cero, se ha convertido en un inmenso mausoleo donde los neoyorquinos y todo el país llora y honra a sus caídos. No fueron soldados al uso, ni los tan recurridos marines americanos, sino ciudadanos de a pie, policías y bomberos los que quedaron sepultados por el descomunal derrumbe de los dos colosos, y con ellos, se derrumbó la autosuficiencia y la tranquilidad para todo un inmenso país. El proyecto para conmemorar la tragedia ya está en marcha, y como ave fénix, se levantará de sus cenizas, algo más comedido, un nuevo World Trade Center.
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sábado, 6 de marzo de 2010
Una semana en Nueva York (V) (o Por amor al arte)
Para cualquier amante del arte, Nueva York es una de las ciudades más alucinantes. Poseer tres de los museos más emblemáticos dota a esta ciudad de todos los merecimientos para ser la capital del arte, o al menos, una de las capitales del arte en todos los aspectos. Sólo con el Metropolitan tendría ya una presencia más que suficiente para ser considerada de manera relevante. Pero si a este museo se le une el Guggenheim y, sobre todo, el Moma, entonces la cosa ya se vuelve estratosférica.
Pero una semana en Nueva York, no da lugar más que a un somero acercamiento a todos estos tesoros de la cultura humana. Una tarde o una sola mañana en cualquiera de estos museos siempre se hace extremadamente corta, y por ello, siempre queda un regusto amargo a la salida. Tal vez una semana en cada uno de ellos nos permitiese calibrar toda la dimensión de sus salas y de sus obras. Pero…así es la vida…
Repasar la historia de la humanidad, las formas de interpretar la realidad, el mundo de las ideas y su representación, la ideología de civilizaciones y pueblos, la dimensión del hombre enfrentado a la representación de las imágenes, es toda una aventura, y vivir esta aventura paseando por las galerías del Metropolitan, un lujo asiático que nadie debería perderse.
Emocionarse ante el cielo estrellado de Van Gogh, pegar los ojos a los cuadros puntillistas de Seurat o Signac, contemplar el tratamiento de la luz de Monet, los desnudos alargados de Modigliani, extasiarse ante las formas y medidas del diadumeno de Polícleto . Chagall, Balthus, Erns, Picasso, Gris, Kahlo, Duchamp…la historia del hombre, desde que supo interpretarse así mismo, delante de nosotros. Tal vez, no sea para tanto, pero a mí me impresiona.
Pero una semana en Nueva York, no da lugar más que a un somero acercamiento a todos estos tesoros de la cultura humana. Una tarde o una sola mañana en cualquiera de estos museos siempre se hace extremadamente corta, y por ello, siempre queda un regusto amargo a la salida. Tal vez una semana en cada uno de ellos nos permitiese calibrar toda la dimensión de sus salas y de sus obras. Pero…así es la vida…
Repasar la historia de la humanidad, las formas de interpretar la realidad, el mundo de las ideas y su representación, la ideología de civilizaciones y pueblos, la dimensión del hombre enfrentado a la representación de las imágenes, es toda una aventura, y vivir esta aventura paseando por las galerías del Metropolitan, un lujo asiático que nadie debería perderse.
Emocionarse ante el cielo estrellado de Van Gogh, pegar los ojos a los cuadros puntillistas de Seurat o Signac, contemplar el tratamiento de la luz de Monet, los desnudos alargados de Modigliani, extasiarse ante las formas y medidas del diadumeno de Polícleto . Chagall, Balthus, Erns, Picasso, Gris, Kahlo, Duchamp…la historia del hombre, desde que supo interpretarse así mismo, delante de nosotros. Tal vez, no sea para tanto, pero a mí me impresiona.
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miércoles, 3 de marzo de 2010
Una semana en Nueva York (IV) (o El símbolo de un imperio)
Desde el 11 de septiembre de 2001, el Empire State Building volvió a ser el edificio más alto de Nueva York, pero esto casi todo el mundo lo sabe, y hasta no hace muchos años fue el edificio más alto del mundo. Subir para ver la ciudad desde los pisos más altos es querer abarcar con la mirada una ciudad inabarcable.
Es una de las visitas obligadas para el visitante, y sus ascensores meteóricos ayudan en esa aventura. Pero, pese a esa velocidad de ascenso, nadie lo consigue en menos de una hora, largas filas de visitantes obligan a una larga espera, pensando que el final tendrá su recompensa.
El Empire State nos permite ver la ciudad a vista de pájaro, y la visión de esa ciudad desde las alturas, nos descubre una urbe que crece más allá de la isla saturada de cemento, de rascacielos minúsculos llenos de luz, donde las personas están, pero carecen de sentido desde esa distancia. El Empire State no está hecho a la medida del hombre, sino a la medida de los dioses paganos del imperio, como símbolo del “new deal” rooseveltiano. En pleno desarrollo de la Gran Depresión, los neoyorquinos trataron de tocar el cielo ascendiendo desde los infiernos.
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Hoy en día, el que fuera edificio más alto del mundo, es un lugar de culto trasnochado para los visitantes de Nueva York, ávidos de iconos y símbolos del poder, la cultura y la apariencia, meramente formal, del imperio yanqui decadente (algo así como el Coliseo para el imperio romano, o las pirámides para los egipcios). Pero, eso sí, que nadie se pierda su visita.
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